Lola y yo nos encontramos justo aquí y empezó a llover. Menos mal que ella llevaba paraguas. Empezamos a hablar de quedar a cenar y salir por ahí un viernes de éstos y cosas así y siguió lloviendo más y más. Pasó un rato y antes de llegar a estar de agua hasta arriba nos miramos y nos dijimos: mira que somos idiotas, la puerta del edificio de Hercesa parece un refugio estupendo...
Y además desde allí se veía esto.
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